
Emociones positivas y su papel en el aprendizaje
Las emociones positivas, como la alegría, el entusiasmo y la satisfacción, tienen un impacto directo y beneficioso en el proceso de aprendizaje. Estas emociones desencadenan la liberación de dopamina, un neurotransmisor clave que no solo mejora el estado de ánimo, sino que también refuerza la plasticidad sináptica, que es la capacidad del cerebro para formar nuevas conexiones neuronales.
La dopamina actúa como un mensajero químico que envía señales de recompensa al cerebro, motivando a los estudiantes a repetir las actividades que les resultan placenteras y gratificantes.
En un entorno educativo, cuando el alumnado experimenta emociones positivas al aprender, su cerebro se vuelve más receptivo y motivado. Por ejemplo, actividades como dramatizaciones, juegos de rol o la creación de proyectos manuales generan un entorno lúdico y estimulante que convierte el aprendizaje en una experiencia placentera.
Esta experiencia no solo facilita la adquisición de nuevos conocimientos, sino que también fortalece la memoria a largo plazo. Los estudiantes tienden a recordar mejor las lecciones que estuvieron asociadas con emociones positivas, porque el cerebro interpreta estas experiencias como valiosas y dignas de ser retenidas.

Emociones negativas y su efecto dual en la memorización
Las emociones negativas, como el miedo, la ansiedad o el estrés, también tienen un impacto significativo en la memoria, pero su efecto en el contexto educativo es generalmente contraproducente.
Cuando una persona experimenta una emoción negativa intensa, la amígdala se activa y envía señales de alerta al cerebro, haciendo que el hipocampo, la región responsable de la formación de nuevas memorias, preste especial atención a lo que está ocurriendo.
Este mecanismo evolutivo es útil en situaciones de peligro, ya que permite recordar eventos traumáticos que podrían ayudar a evitar futuros riesgos. Sin embargo, en el contexto educativo, las emociones negativas pueden tener efectos adversos.
La ansiedad y el estrés crónico pueden provocar la liberación excesiva de cortisol, una hormona que, en altas cantidades, puede dañar las células del hipocampo y dificultar la formación de nuevas memorias. Aunque es posible que los estudiantes recuerden eventos asociados con emociones negativas (como una experiencia humillante o un examen fallido), estos recuerdos no contribuyen al aprendizaje de manera constructiva. De hecho, las emociones negativas pueden crear una asociación negativa con el aprendizaje, desmotivando a los estudiantes y disminuyendo su capacidad para retener información útil.
Aplicando estos conocimientos en el entorno educativo

Entender cómo las emociones afectan el aprendizaje y la memorización es crucial para crear un entorno educativo que favorezca la adquisición de conocimientos.
Las actividades que fomentan emociones positivas, como las mencionadas en el método Vanídir, no solo mejoran la retención de la información, sino que también promueven una actitud positiva hacia el aprendizaje en general.
Por otro lado, es importante que los educadores sean conscientes de los efectos negativos de la ansiedad y el estrés, y busquen minimizar estas emociones en el aula para evitar que interfieran con el proceso de aprendizaje.
Crear un entorno de aprendizaje donde se celebren los logros, se valore la creatividad y se promueva la colaboración puede transformar la experiencia educativa en algo profundamente gratificante.
Combinar movimiento, actividad manual y estímulos emocionales positivos, aprovecha de manera efectiva estos principios neuroeducativos para facilitar un aprendizaje más efectivo y duradero.